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viernes, 15 de marzo de 2013

LA RAZÓN HISTÓRICA DE LA IZQUIERDA

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"La justicia, la igualdad del mérito, el trato respetuoso del ser humano, la igualdad plena del derecho: eso es la revolución".  José Martí 

LA RAZÓN HISTÓRICA DE LA IZQUIERDA
Oscar A. Fernández O. 

La subordinación de algunos intelectuales y políticos de izquierdas a la cultura burguesa, coexiste con el desarrollo de una crítica blanda a las instituciones y cultura de los dueños. 

Dichos intelectuales y políticos, que trabajan con el concepto del prototipo burgués de la globalización, están en búsqueda de respetabilidad y reconocimiento que no podrían obtener si trabajaran con el concepto del arquetipo imperialista. La búsqueda, de parte de políticos e intelectuales de izquierda, de prestigio y reconocimiento, por parte de la burguesía, implica aceptar, de facto, los valores que se asocian con esta clase. Esta aceptación de valores y prácticas, juega un papel importante en la perpetuación de la hegemonía capitalista, a pesar de la retórica de protesta y contra hegemónica de los discursos de estas personas llamadas de izquierdas. 

Es más probable que un intelectual de izquierda se pregunte sobre la condición de izquierda y su identidad ideológica y política, a que un pensador conservador deje de razonar en términos de rentabilidad y de ganancia. 

Mirando objetivamente el planeta en los inicios del siglo XXI, no puede menos de sobrecogernos el espectáculo gigantesco en que las mismas miserias estructurales, injusticias, desigualdades y anomalías, que ocasionaron desde 1848 en adelante, la explosión de la conciencia obrera contra el capitalismo, se nos aparecen hoy reproducidas, profundizadas y aumentadas a escala mundial, frente a lo cual debemos acelerar el paso para disponer de un modelo de sociedad que oponer a este capitalismo globalizado, desigual, en crisis, pero con aspecto triunfante, que hoy pretende sustentarse y justificarse en un pensamiento único, y que se presenta a sí mismo como el “modelo a seguir”, imponiéndose a fuego vivo si es necesario.

Frente a este espectáculo dantesco entonces, tiene un profundo sentido ético e intelectual preguntarse ¿qué es ser de izquierda revolucionaria en los inicios del siglo XXI? 

La condición de izquierda revolucionaria -como condición política e intelectual- entierra sus raíces en el fondo social de la historia del capitalismo y de una toma de conciencia de la sociedad presente de la que se nutren las Ciencias Sociales, en especial la Sociología, la Historia, la Economía y la Ciencia Política. 

Ser de izquierda revolucionaria y definirse como tal en el presente, significa adoptar una postura esencial y radicalmente contraria frente al conjunto del sistema de dominación socio-político y económico capitalista, sus modalidades históricas de aplicación y sus consecuencias, postura cuya gradación de intensidad crítica y de transformación estructural pueden ir en un continuum desde la tesis de la introducción de transformaciones parciales y graduales al sistema, hasta la tesis de la ruptura violenta o no de éste para la transformación revolucionaria. 

La identificación teórica y política de izquierda es básica, primaria y esencialmente en relación con el sistema capitalista de dominación y no con las demás corrientes de pensamiento del espectro político de la sociedad. Esto significa que ser de izquierda no constituye solamente una definición política, intelectual y teórica en relación con las demás corrientes del espectro político, sino que contiene una racionalidad que hace referencia a las condiciones estructurales y coyunturales de un sistema capitalista de dominación respecto del cual se define como contrario. 

La izquierda revolucionaria se ha definido históricamente como la corriente política, cultural, social e intelectual portadora de los valores de la libertad, de la justicia, de la igualdad y la solidaridad, del cambio social, del racionalismo y la primacía de la inteligencia sobre la fuerza, de la creencia optimista en la perfectibilidad del ser humano y de la sociedad, del perfeccionamiento continuo de la experiencia democrática, del anti racismo y el anti belicismo y la construcción de una paz justa entre los pueblos y naciones, de las profundas aspiraciones de cambio de las mayorías populares, del rechazo al clericalismo y al pensamiento autoritario. 

El pensamiento de izquierda continúa constituyendo en el presente, al igual que desde principios del siglo XIX, el aporte intelectual y teórico crítico más coherente frente al sistema de dominación capitalista y burgués. 

La izquierda es una postura política racional, que representa además una cultura y una ética y debe ser capaz de llevar la democracia hasta sus límites más amplios y profundos, se trata de cambiar una democracia gobernada por una democracia gobernante. 

La izquierda surge al lado de la clase trabajadora, por lo que su origen es la lucha de clases, y su esencia revolucionaria no se puede disolver en un ilusorio consenso entreguista.

La identidad política y teórica de izquierda no constituye solamente una postura ideológica y política que se materializa en el plano de las estructuras socio-políticas y de los sujetos sociales históricos sino que representa además y sobre todo, una determinada cultura política representativa de determinados segmentos sociales y que además, es característicamente moderna. 

Existe una cultura de izquierda en nuestras sociedades actuales, una pertenencia e identidad de izquierda subyacente dentro de la cultura política, que forma parte de las tradiciones de luchas sociales, proletarias y obreras, que recoge en su diversidad la historia de formación y desarrollo de los movimientos urbanos de trabajadores, artesanos y profesionales durante los siglos XIX y XX, así como de los movimientos y demandas de campesinos e indígenas y otras minorías excluidas del sistema. 

Desde esta perspectiva, la identidad de izquierda no solo constituye un componente esencial de la cultura nacional y de la identidad patriótica de los pueblos y las naciones, sino también contiene una visión del mundo y de la Humanidad y, sobre todo, es portadora de una ética: el ser de izquierda implica una moral cívica en que el valor de la consecuencia, del esfuerzo solidario y consciente por la libertad y bienestar de los más desposeídos, se acompaña con el apego irrestricto a la libertad y la justicia, a la búsqueda honrada de la igualdad, de la dignidad y la profunda aspiración a la primacía del ser humano sobre toda otra consideración.

Los enemigos de la izquierda pretenden que ya no existe, quieren anunciar su desaparición, quieren explotar sus derrotas para proclamar su obsolescencia definitiva y final. La izquierda, en la rica diversidad de sus proyectos, corrientes y movimientos sigue existiendo en el siglo XXI como expresión de una protesta ética, intelectual, social y política contra un sistema económico-político y una dominación imperialista, que pretenden condenar a la Humanidad a un supuesto destino inevitable: la perpetuación de la dominación capitalista, la hegemonía de la ganancia sobre el ser humano y su felicidad. La identificación teórica y política de izquierda es básica, primaria y esencialmente en relación con el sistema capitalista de dominación y no con las demás corrientes de pensamiento del espectro político de la sociedad. 

La hegemonía capitalista se organiza en un sistema de dominación y de poder que articula a un sistema económico basado en el lucro, el predominio del capital sobre el trabajo, la explotación multiforme del trabajo, de la inteligencia, del conocimiento y del poder creador de los seres humanos. 

Es el predominio de las grandes corporaciones globales sobre las economías nacionales y regionales, sobre la desigualdad básica territorial, organización económica que se enlaza con una estructura de poder político -el Estado burgués y sus diversas formas de régimen político- y con una superestructura ideológica y cultural que opera como paradigmas articuladores de la dominación en el plano de las conciencias. 

La naturaleza propositiva del discurso y de la postura política de la izquierda revolucionaria, constituye una vertiente complementaria y fundamental de la identidad izquierdista. No basta con el diagnóstico crítico del capitalismo dominante y de la globalización en curso: la mentalidad y la cultura de izquierda requiere siempre de un componente propositivo. Después de un diagnóstico crítico anti-capitalista y anti-imperialista, la izquierda debe ser portadora de un modelo de cambio, de una idea de nueva sociedad y de un proyecto alternativo de nación, de Estado y de democracia. 
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