Usualmente negrillas y subrayados son nuestros.

jueves, 31 de octubre de 2013

Neoinstitucionalismo político económico

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Las negrillas y separación de algunos párrafos son para efectos de estudio.
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LA ANTIPOLÍTICA Y EL NEOINSTITUCIONALISMO OLIGÁRQUICO
Epístola a los “Peregrinos”…
Oscar A. Fernández O.

Estaba claro, para Gramsci que la clase dirigente refuerza su poder material con formas muy diversas de dominación cultural e institucional, mucho más efectivas – que la coerción o el recurso de medidas expeditas-, en la tarea de definir y programar el cambio social exigido por los grupos sociales hegemónicos. De modo que si se quiere cimentar una hegemonía alternativa a la dominante, es preciso propiciar una batalla de posiciones cuyo objetivo es subvertir los valores establecidos y encaminar a la gente hacia un nuevo modelo social.

El concepto de hegemonía de Gramsci es de un indudable valor para rediseñar la democracia. Pues ésta es también reflexionar desde las prácticas sociales, es tomar partido en la tarea de responsabilizar socialmente a la filosofía. De ahí el interés de Gramsci en acabar con la división entre los intelectuales y las masas, entre dirigentes y dirigidos. Recuperar el concepto de hegemonía de Gramsci puede ser la base de un proceso constituyente que presente alternativas fiables para la izquierda en este siglo. Sobre todo, si entendemos la democracia como un proceso abierto a prácticas concretas y a la deliberación cívica, como una asociación capaz de transformar las relaciones de dominación en formas de autogobierno, esto es, de poder por y para el pueblo (Prieto y Martínez: Hegemonía y Democracia en el siglo XXI)

Es difícil hablar de democracia liberal en los tiempos que corren, sin considerar a los partidos políticos, pues ellos son los principales articuladores y aglutinadores de los intereses sociales según la teoría del Estado burgués moderno. Para precisar su origen podemos distinguir dos acepciones. 

Una concepción amplia de partido nos dice que éste es cualquier grupo de personas unidas por un mismo interés, y en tal sentido el origen de los partidos se remonta a los comienzos de la sociedad políticamente organizada.

Si, en cambio, admitimos la expresión partido político en su concepción restringida, que lo define como una agrupación con ánimo de permanencia temporal, que media entre los grupos de la sociedad y el Estado y participa en la lucha por el poder político y en la formación de la voluntad política del pueblo, principalmente a través de los procesos electorales, entonces encontraremos su origen en un pasado más reciente. 

Se discute, así, si los partidos surgieron en el último tercio del siglo XVIII o en la primera mitad del XIX en Inglaterra y los Estados Unidos de Norteamérica. 

En esta acepción, por tanto, el origen de los partidos políticos tiene que ver con el perfeccionamiento de los mecanismos de la democracia representativa, principalmente con la legislación parlamentaria o electoral, algo en que la derecha salvadoreña y sus patronos siempre estuvieron de acuerdo... 

¿Por qué hoy reniegan de los partidos y la política, culpándolos de todos los malos habidos y por haber? ¿Por qué hoy su discurso se funda en “no politizar” la problemática social? ¿Por qué sostienen un furibundo discurso (como el de la ANEP y sus adláteres) para que se borre a los partidos políticos, especialmente a la izquierda, de la faz de la tierra?

Al respecto, Pablo Dávalos, sostiene que “Entre el vaciamiento de la política y los orígenes de la llamada biopolítica del homo economicus, se sitúa una reflexión a la que los neoliberales de la Sociedad del Monte Peregrino le dan mucha importancia, porque les otorga una proyección histórica y civilizatoria desde la cual establecen un sentido de largo plazo para su proyecto político. En ese horizonte civilizatorio los neoliberales encuentran también una justificación ética para su proyecto. Esta reflexión establece las condiciones de posibilidad para una comprensión de la historia y de la sociedad desde los marcos teóricos básicos del neoliberalismo. 

Se trata de la teoría liberal de las instituciones que en el caso de la economía neoliberal se denomina neo institucionalismo económico, y ahí constan nombres importantes de la sociedad del Monte Peregrino como J. Buchanan, G. Tullock y G. Stigler. En la actualidad, los teóricos más importantes del institucionalismo económico son Douglas North, Oliver Williamson, Elinor Ostrom, entre otros” (Dávalos: 2013)

El neo institucionalismo liberal ha creado el umbral histórico y la estructura social necesaria para el despliegue de la racionalidad y la acción estratégica del homo economicus, ya no más el zóon politikon. En este ofrecimiento, la condición de homo economicus es la base para todo comportamiento humano independientemente de sus particularidades identitarias, políticas o culturales.

Todo ser humano debe ser asumido, desde el neoliberalismo, como “capital humano” y, en consecuencia, su “acción humana” como la denominaba Von Mises, siempre es y será estratégica (L. Von Mises: Remarks on the Fundamental Problem of the Subjective Theory of Value)

A esta acción humana estratégica e instrumental, la teoría liberal de las instituciones, cuando el homo economicus actúa en ese comienzo histórico y social, la denomina “acción colectiva”. En consecuencia, la “acción colectiva” no significa una posición crítica de los individuos ante su propia historia y su capacidad de interpretarla y transformarla, sino más bien la actualización de intereses estratégicos individuales que convergen y que, de esta manera refuerzan la visión del capital humano como capital social.

Esta sospecha se ve avalada por la forma por la cual el neoliberalismo crea sus supuestos de base: 

(a) la sociedad, como “auto-creación que se despliega como historia”, no existe; lo que existe son seres humanos concretos con intereses individualizados y que buscan maximizar su propio interés; 

(b) esos seres humanos concretos pueden ser comprendidos bajo el argumento teórico del homo economicus, es decir, individuos racionales, autónomos y egoístas; 

(c) los comportamientos del homo economicus pueden ser identificados como patrones conductuales que tienen una base neurobiológica específica (Castoriadis: 2005)

En esta reflexión ya no constan, ni siquiera como residuo, las preocupaciones fundamentales de los liberales de mediados del siglo XX, es decir, aquella disputa acre y dura contra los marxistas o contra los keynesianos que les obligaba a los neoliberales a otorgar un sustento teórico y filosófico más acotado a la realidad social e histórica. Recordemos a Hayek y al filósofo Popper, desarrollando su idea de “lo social” como la reivindicación histórica de una nueva forma de enfocar el liberalismo, ligada al pensamiento iluminista y en contraposición del Estado keynesiano y el Estado socialista marxista (1947).

En la actual teoría liberal de las instituciones, los neoliberales incluso se dan el lujo de reconocer ciertos aportes de Marx a quien le admiten sus preocupaciones por la historia. Pero, las referencias a Marx que hacen algunos de los neoliberales de la escuela del neo institucionalismo económico, Douglas North entre ellos, no debe llamar a engaño. Es una referencia hecha para legitimar sus propias interpretaciones sobre la historia. En efecto, Louis Althusser decía que Marx habría abierto, para las ciencias, el continente de la historia, así como Tales de Mileto habría abierto el continente de las matemáticas. Para la teoría institucional del neoliberalismo se trata de hacer precisamente lo contrario: cerrar de forma definitiva la historia (Dávalos: up supra)

Durante mucho tiempo, al neoliberalismo le ha interesado que la economía se separe del paradigma del Estado-nación y se dé a sí misma reglas transnacionales de funcionamiento. Al mismo tiempo partía del principio de que el Estado seguiría desempeñando el papel de costumbre y conservaría sus fronteras nacionales. Pero, desde los atentados, los Estados han descubierto a su vez la posibilidad y el poder de forjar alianzas transnacionales, aunque, de momento, sólo en el sector de la seguridad interior.
De pronto, el principio de contradicción del neoliberalismo, la necesidad del Estado, reaparece por todas partes, y en su variante hobbesiana más antigua: la garantía de la seguridad y un soporte llamado Derecho. Lo que resultaba impensable hace poco –vulnerar las soberanías nacionales se vuelve lo más normal. Y quizá asistamos pronto a convergencias similares con ocasión de las posibles crisis de la economía mundial. Una economía que debe prepararse para nuevas reglas y condiciones de ejercicio. La época del cada uno en su ámbito de excelencia y predilección está ciertamente superada (U. Beck: Le Monde 2010)

A medida que se aproximan las elecciones presidenciales, aumenta el miedo de la derecha arenera. Como expresión política de lo que aún queda del empresariado oligárquico; se saben en minoría y temen el triunfo de una fuerza mayoritaria indiscutible de la izquierda, en la cual ganan terreno demandas como cambios más profundos hacia la refundación de un Estado de iguales y democracia popular.

Lo demuestra la guerra sucia que ha iniciado a propósito de los partidos políticos que no le son afines, pero sobretodo contra la izquierda, el FMLN.

La derecha necesita aferrarse a un poder que de ser impugnado abre la probabilidad del término del modelo neoliberal y, por ende, de una institucionalidad que encarcela la voluntad popular y congela esta situación en beneficio de los sectores dominantes.

En ese plano, la campaña del miedo apunta contra la Asamblea Legislativa y el Órgano Ejecutivo, que se demonizan como expresión de populismo, sinónimo de despilfarro y de contaminación política, en un ambiente en el que tiene que privar la tecnocracia y el burocratismo del mercado (sic!). Lo notable es que nada de lo que teme la derecha ha ocurrido en los países en que se han iniciado procesos de cambio para mejorar, usando por ejemplo formas de participación directa ciudadana. Esos países son hoy mucho más democráticos y participativos.
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miércoles, 9 de octubre de 2013

El Ché, Hoy

LA ACTUALIDAD EN EL  PENSAMIENTO DEL CHE

Oscar A. Fernández O.

“Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo,
que el revolucionario verdadero está guiado
por grandes sentimientos de amor.”

Ernesto “Che” Guevara.

Hablar del pensamiento del Che, es hablar también de su obra, de sus actos, de su vida, de sus intentos, de sus fracasos, de sus sueños. Uno de los aspectos tal vez más significativos que explican la trascendencia del Che, la perdurabilidad de su ejemplo en el imaginario popular en distintos rincones del mundo, su especial manera de volverse universal, su “entrañable transparencia”, es la imposibilidad de distinguir en su vida, las palabras y sus actos. Es la íntima relación entre teoría y práctica, en la unidad de su ejemplo. Porque el Che fue un hombre que intentó permanentemente hacer teoría desde las prácticas colectivas, y desde su propio ejemplo.

Hablar de la actualidad del pensamiento del Che, nos coloca en primer lugar frente a la vigencia de la revolución en América Latina, donde el dejó lo principal de su obra de constructor, y lo más querido entre sus seres queridos.

La lucha por generar una conciencia socialista, se volvió en el Che una batalla cotidiana. No se trataba solamente del heroísmo de los grandes momentos, sino de la capacidad de entregar lo mejor de cada cual, para hacer posible la felicidad, no sólo del pueblo en el que pudo realizarse como creador, sino la felicidad de todos los pueblos del mundo. El altruismo, tantas veces exaltado por quienes lucharon junto al Che, era un factor orgánico de esta búsqueda.

Hombres nuevos, nuevas mujeres, se van formando con los perfiles de militantes no domesticados, lo contrario de aquellos militantes reconvertidos que para “hacer carrera”, una y otra vez bajan la cabeza, repiten la orden, transforman los roles de dirección en funciones de disciplinamiento jerárquico, y finalmente renuncian a toda rebeldía.

“No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni «becarios» que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del pueblo.”, escribía el Che en 1965 en su carta a Aníbal Quijano conocida como “El socialismo y el hombre en Cuba”.

El Che denuncia de manera categórica el recurso de tomar “como arma para luchar contra el capitalismo, las armas del capitalismo”. Las motivaciones de “la sociedad donde la filosofía es la lucha del hombre contra el hombre, de los grupos contra los grupos y la anarquía de la producción” no podrán ser despertadas y utilizadas eficazmente para servir a una sociedad basada en el poder popular. Ésta exige control riguroso y consciente, “la colaboración entre todos los participantes como miembros de una gran obra para dejar de ser lobos entre sí”

Su proyección humanista que parte siempre del hombre como protagonista del proceso revolucionario, defensor del compañerismo, la identificación con los trabajadores, la preocupación por la familia y por los hijos, un hombre capaz de vibrar ante las injusticias que pudieran cometerse en cualquier lugar del mundo. Así el Che Guevara realiza una de las contribuciones más ricas y significativas al desarrollo del humanismo marxista.

Con el Che, vemos un proyecto integral económico, ético y político. En cierta medida se convirtió en un teórico de la revolución, que analizó mucho los senderos del socialismo e insistió en que cada nación debía pensar por sí misma y trazarse sus propias estrategias, de acuerdo a sus condiciones, sin necesidad de copiar modelos. Aquí se evidencia como el Che con su visión, se anticipó al triste escenario que tendría que contemplar el mundo años más tarde.

Hoy, en los albores de este siglo XXI, dónde pareciera  que todo lo logrado por la humanidad se pierde, incluso la esperanza, el Che regresa, evidenciado en la resistencia de los pueblos y el valor permanente de las ideas y del ejemplo. Sin embargo, el pensamiento del Che sigue encontrando escollos y ha tenido que ir ganando espacios paulatinamente, aún entre algunas expresiones de izquierda.
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