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NEOLIBERALISMO Y ESTADO SOCIAL DE DERECHO
Oscar A. Fernández O.
“La oferta socializadora del capitalismo consiste en el retroceso
incondicional del ser humano para postrarlo ante la ley del valor y las decisiones del mercado”. Heinz Dieterich.
En 1947, Friedrich Hayek, economista de la Escuela Austriaca y premio nobel
de economía, convocó en MontPelerin, Suiza, a un conjunto de ideólogos y
economistas entre los que destacaban Milton Friedman, Karl Popper, Ludwig von
Misses, Walter Lippman, Karl Polanyi, Salvador de Madariaga, entre otros, dando
origen a la "Sociedad de
MontPelerin", una suerte de logia secreta, que se reunía a partir de
entonces, cada dos años. De aquí nacería la idea de un nuevo liberalismo, como
salida a lo que estos ideólogos llamaron el fracaso del “Estado de Bienestar”,
en la primera gran crisis del capitalismo mundial.
A partir de
aquí, las estrategias del capital transnacional evolucionaron hacia la
incorporación de nuevas tecnologías, la descentralización y deslocalización
productiva y la flexibilización del mercado de trabajo. El creciente déficit
público derivado del estancamiento económico y el aumento del gasto estatal
justificaron los recortes en protección social y privatización de empresas y
servicios públicos. Junto a los cambios organizativos y productivos, de
diferente ritmo e intensidad en cada país, estos procesos propiciaron la
segmentación laboral y el aumento de las diferencias en el interior de la
población asalariada. La historia se repite, pero hoy la magnitud de la
tragedia amenaza la civilización humana tal y como la conocemos. Así se
desvanece el capitalismo con “rostro
humano”.
El
neoliberalismo es uno de los discursos referenciales a la hora de explicar y
comprender la realidad no solo de América Latina, sino del mundo. Empero de
ello, la referencia a la “larga noche neoliberal” amerita un proceso de
reflexión, análisis y discusión sobre lo que verdaderamente significa el
neoliberalismo. Se ha cuestionado tanto al neoliberalismo que su mención ha
pasado a ser un tópico, es decir, un tema sobre el cual todo el mundo habla
pero pocos lo comprenden. Sin embargo, la razón neoliberal lo abarca casi todo.
Es un discurso fuerte, sólidamente estructurado y epistemológicamente
fundamentado. Se piensa al discurso neoliberal en sus coordenadas económica,
mas el neoliberalismo no es solo economía, es política, sobretodo geopolítica y
también bío-política.
La referencia al
Estado social de derecho se ha convertido casi en un tópico en el debate
político en América Latina. Se considera que, casi por definición, el Estado
debe garantizar el pleno ejercicio de los derechos detodas las personas. Si hay
algo que no se discute es, precisamente, el carácter que tendría el Estado como
garante de los derechos cardinales. Sin embargo, una mirada más atenta nos
demuestra que tras la utilización del concepto “Estado social de derecho”, en
realidad se inscribe una de las transformaciones políticas más profundas y
radicales provocadas por el neoliberalismo. Con este concepto, el
neoliberalismo se convierte no solo en un proyecto económico sino, y en lo
fundamental, en un proyecto político e histórico.
Si se le pide al
Estado que sea un “Estado de derecho”, es porque se desconfía del Estado. Si se
exige que conste en el marco constitucional la caracterización del Estado como
“Estado de derecho” (con todos los adjetivos y variantes que puedan constar en
el medio, como: social, constitucional, democrático, etc.), es porque se ve al
Estado como una amenaza a la libertad fundamental de los individuos. El Estado
debe ser construido sobre la desconfianza, el temor, la suspicacia de la
sociedad civil, porque se trataría del ámbito de coerción, limitación, violencia,
y de un poder desmesurado pero inevitable. Es el retorno a la visión hobbesiana
del Estado, en el que éste era visto como el Leviatán, el monstruo marino del
que habla la Biblia. Una visión en la que los hombres buscan imponer su interés
egoísta y en la cual el hombre se convierte en lobo del hombre, para utilizar
la pesimista metáfora de Thomas Hobbes.
Nada que ver con
la idea del Estado como representante del “interés general” que expresaba un
acuerdo expreso de individuos libres, iguales, racionales y autónomos según la
idea de los iluministas. Nada que ver con la idea de la “soberanía limitada” de
los liberalistas ingleses.
Para los
neoliberales, el Estado siempre es una amenaza y debe, por tanto, ser regulada
y constreñida al máximo. En la distopía del neoliberalismo, el Estado debe
desvanecerse poco a poco, hasta que quede solamente su cáscara de represión y
uso legítimo de la violencia para proteger los derechos de propiedad y el
cumplimiento de los contratos. Todo lo demás será realizado por la vía de los
mercados. Por ello se le exige de entrada que se comprometa con el respeto a
los derechos fundamentales, sobre todo con el derecho a la propiedad. Por ello,
esa desconfianza en lo que pueda o deba hacer el Estado. Así, desde el Estado
social de derecho, desaparece esa noción de lo público como el interés de
todos, y de la planificación como una racionalización de la producción, la
distribución y el consumo, y en su lugar permanece la racionalidad del interés
egoísta de los consumidores como reguladores de la sociedad por la vía de los
mercados.
Este concepto
del Estado social de derecho vino en el equipaje de las reformas políticas,
económicas e institucionales del FMI y del Banco Mundial. Al parecer, vino para
quedarse. Es curioso, y una paradoja de la historia, que algunas corrientes de
izquierdas,adscriban y ratifiquen la noción neoliberal del Estado social de
derecho y, al mismo tiempo, se declaren en contra del modelo neoliberal.
La defensa a ultranza del derecho de propiedad, como el derecho por
excelencia, prioritario por sobre los derechos de los pueblos, es revelador del
sustrato ideológico que le sirve de base a las fuerzas derechistas. Se defiende
un derecho individual, por encima de los derechos colectivos, se defiende al egoísmo
frente a la nobleza y la solidaridad. Aun cuando se piense que se debe
garantizar y proteger el derecho de propiedad, este no puede ser superior a
derechos que pertenecen a la colectividad como un todo. Considerar que se tiene
el derecho a usar y abusar de la propiedad, aun en perjuicio de nuestro prójimo
es reflejar una posición inconcebible en pleno siglo XXI.
Para el
neoliberalismo, el Estado debía ser un Estado «mínimo», lo que significaba al
menos cuatro cosas: primero, que dejara de encargarse de la producción de
determinados bienes básicos relacionados con la infraestructura económica;
segundo, que desmontara el Estado de Bienestar, es decir, el sistema de
protección a través del cual las sociedades capitalistas modernas buscan
corregir la ceguera del mercado en relación con la justicia social; tercero,
que dejara de inducir la inversión productiva y el desarrollo tecnológico y
científico (que dejara de liderar una estrategia nacional de desarrollo); y
cuarto, que dejara de regular los mercados y, sobre todo, los mercados
financieros, para que se auto regularan. El estribillo político fue la desregulación
de los mercados.
Actualmente, a raíz del impacto negativo de
las políticas neoliberales a nivel internacional y de las crecientes críticas a
esas políticas por los más amplios sectores políticos y sociales, desde ladécada
de los noventa, empezaron a cobrar fuerza las tesis del neoinstitucionalismo (o
del "nuevo institucionalismo"). (J. Estrada: 2004)
Independientemente de estas valoraciones
críticas, la teoría y las propuestas de política de corte neoinstitucional
vienen desempañando una función de legitimación de las nuevas tendencias de
política estatal social, en el proceso actual de la reestructuración del
capitalismo; así mismo, sirven de sustento para desarrollar las nuevas
configuraciones de la acumulación de capital. Debemos reparar cuidadosamente en
esto, para proyectar una alternativa verdaderamente anti capitalista.
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