Usualmente negrillas y subrayados son nuestros.

viernes, 22 de mayo de 2015

COMEDIA DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

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LA COMEDIA DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Hoy no salir en televisión es un signo de elegancia. Humberto Eco.
Oscar A. Fernández O.
La libertad, y en especial la libertad de expresión, es el principal argumento que emplean los “patronos” para defender su sistema capitalista y atacar a sus contrarios ideológicos. El aspecto filosófico fundamental que hay detrás de este derecho, es que se asimila de acuerdo a su valor en sí y no de acuerdo con las condiciones, alcance y consecuencias que lleva aparejada su práctica.
La sociedad capitalista es sin duda la sociedad más idealista que ha existido en la historia. ¿Por qué? Porque como miembro de la comunidad política (El Estado) un pobre es igual que un rico, mientras que como miembro de la sociedad civil un pobre es infinitamente diferente que un rico. De ahí que un pobre tenga los mismos derechos que un rico, pero a la hora de ejercerlos la realidad certifica lo contrario (Umpiérrez: 2008)
Los apologistas del capitalismo suelen decir que en las sociedades capitalistas, todo el mundo tiene derecho a decir lo que piensa, mientras que en las sociedades socialistas esto no ocurre. Siempre es importante distinguir entre el derecho a la libertad y el ejercicio de ese derecho. Porque es en el ejercicio de ese derecho donde sale a relucir su verdadero valor. ¿De qué me importa tener el derecho a decir lo que pienso, si mis ideas no pueden ser publicadas en los grandes medios de comunicación de masas? ¿De qué me sirve tener la libertad de decir lo que pienso si el conocimiento de las ideas que libremente expreso sólo llega a determinadas minorías? De poco. Es fundamental tener no sólo el derecho a expresar libremente lo que se piensa, sino que tus ideas tengan un alcance de masas. Y midiendo este alcance, sabremos quienes en verdad ejercen ese derecho a libertad de expresión.
Son los periodistas que están al frente de los informativos y de los programas de las grandes cadenas de televisión y de radio, quienes en realidad ejercen de manera efectiva la libertad de pensamiento. Puesto que son sus ideas y su concepción del mundo las que llegan a las grandes masas. Son ellos los responsables de la opinión que tienen las mayorías sociales de todo lo que sucede en el mundo. Así que la libertad de expresión tiene grados. Y no puede compararse la libertad de expresión que tiene una persona de ser escuchado por un centenar de oyentes con la libertad de expresión que tiene una persona de ser escuchado por millones de oyentes. Así que haríamos bien en distinguir entre libertad de expresión mayoritarias, cuando el alcance de las ideas que se expresan es mayoritario, y libertad de expresión de las minorías, cuando el alcance social de las ideas que se expresan es minoritario.
En las sociedades burguesas el Estado, los partidos políticos y los medios de comunicación son presentados como factores neutrales en la lucha de clases. Y los medios de comunicación son presentados además como “simples e inocentes” suministradores de la información. Se ha querido distinguir también entre un periodismo de información y un periodismo de opinión, donde al primero se le asigna el valor de la objetividad y al segundo el de la subjetividad. Pero tanto el primero como el segundo están preñados de subjetividad.
La libertad de expresión es en general la libertad de expresión de la burguesía. Es una de las tantas manifestaciones de la propiedad privada. Y el carácter fundamental de esta libertad es construir una determinada imagen del mundo. Son los capitalistas, los grandes creadores de opinión, quienes determinan qué es noticia…son quienes nos delinean el mundo a su antojo.
Aunque todos los periodistas que están al frente de la Prensa Gráfica, TCS o El Diario de Hoy, entre otros, se la llevan de demócratas y de defensores de la libertad de expresión, en realidad no lo son. No son demócratas porque en sus periódicos no dejan expresar sus opiniones a quienes defienden ideas contrarias a las burguesas, promueven el cambio radical y critican la propiedad privada. Y no son defensores de la libertad de expresión en su sentido universal, porque sólo dejan expresar su opinión a quienes en este caso están en contra de los regímenes socialistas y revolucionarios sobretodo de América Latina.
Decía Hegel que en la China feudal era libre sólo una persona, el emperador; en la Grecia clásica, eran libres unos pocos, los esclavistas; pero que en la sociedad burguesa eran libres todas las personas. Sin embargo, a esta última idea de Hegel habría que hacerle una acotación; en las sociedades capitalistas la libertad de expresión sigue siendo sólo asunto de unos pocos, y en este sentido se parecen a las sociedades esclavistas (Ut supra)
¿Por qué en El Salvador, ahora mismo hay una férrea oposición de la ultraderecha y de los dueños de los grandes medios de prensa, para que se democratice la libertad de expresión y se puedan crear, sin tanto trámite radios comunitarias o televisión alternativas al pensamiento y propaganda de la burguesía que inunda nuestras mentes, fabricando y sembrando opiniones a conveniencia de sus intereses y del poder que ejercen?
Casi todas las constituciones de los Estados que se reclaman democráticos reconocen el derecho de sus ciudadanos a expresar y difundir libremente sus ideas y opiniones. Todas las Constituciones liberales establecen ese derecho como sustancial por parte de los ciudadanos.
Pues bien, si se tienen en cuenta las posibilidades materiales de ejercer estos derechos, uno no tarda mucho en descubrir que son muy pocos los que pueden hacerlo. Tan sólo quienes disponen de medios para expresar y difundir sus opiniones y para acceder a las informaciones. No es necesario argumentar tanto para afirmar que la libertad de expresión y de información se reduce, en las sociedades burguesas, a la libertad de acceso, tanto a los medios como a las fuentes de información.
Para mantener, sostener y reproducir el aparato de dominación y el orden social, en que el poder de facto de los más ricos se fundamenta, es necesario desarrollar la institucionalización de los medios de comunicación y que a través del bombardeo mediático abierto o encubierto, se establezca la selección del papel social y la aceptación del mismo, creando en la conciencia colectiva una suerte de contemplación pasiva de una realidad irreductible, “que es imposible de cambiar”.
Acerca de los grandes medios tradicionales de comunicación en El Salvador, dos cuestiones son objetivamente demostrables: uno, que han pasado de ser canales de información veraz para convertirse en instrumentos de propaganda y contra-propaganda del poder oligárquico y el oficialismo gubernamental y dos, que su ideología es claramente militante es decir, con un claro pensamiento ultra-conservador y neoliberal. Su defensa vehemente y sostenida de un statu quo antidemocrático que desintegra el tejido social, es la mejor prueba de ello.
Como verdaderos agentes del libre mercado, los grandes medios están creando valores y normas que aumentan y alimentan expectativas de consumo de un modo irreal especialmente en los pobres y marginados, contribuyendo a la frustración de millones y por consiguiente a la agresión y a la violencia que pueden derivarse de ello.
Cuando los medios condenan la violencia, lo hacen selectivamente. No se condenan todas las formas de violencia en los medios ni todas las conductas violentas. Los grandes medios adoptan un enfoque negativo y punitivo frente a otros problemas sociales y a todas las formas de protesta social. Son partidarios de la pena de muerte, de los castigos corporales, del disciplinamiento social y las “manos súper duras”. En general, expresan su ideología ultraderechista, se oponen a un derecho penal civilizado, evidencian opiniones racistas y se muestran contrarios a una sociedad de iguales.
El análisis del estado actual de los medios de comunicación sobre todo en esta época de globalización, ilustra los nuevos desafíos que reubican el papel de dichos medios dentro de una sociedad de saberes compartidos. Es necesario destacar que en el contexto de la globalización neoliberal, la información “digital” se ha transformado en una mercancía más que circula de acuerdo a las leyes del mercado de la oferta y la demanda. (Marc Raboy: 1998)
Según esta lógica, los medios no están vendiéndoles información a los ciudadanos, están vendiéndoles los ciudadanos a los publicistas. Estos medios, sobre todo los de alcance masivo son los principales productores de subjetividad en la sociedad actual. A través de sus mensajes y contenidos configuran y crean opiniones, formas de pensar y actuar así como de sentir.
En este contexto, los grandes grupos de comunicación proliferan y con ellos la uniformidad de los mensajes. Así, una televisión, una radio y un periódico, que pertenecen a un mismo propietario, darán una versión similar de los hechos. Aquí radica su poder: en la posibilidad de llevar a la población el mensaje que ellos quieren. De esta forma, los intereses económicos y políticos priman sobre los propios de los medios de comunicación: informar y ser un servicio para la sociedad.
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