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LA
COMEDIA DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Hoy
no salir en televisión es un signo de elegancia. Humberto
Eco.
Oscar A.
Fernández O.
La libertad, y en
especial la libertad de expresión, es el principal argumento que
emplean los “patronos” para defender su sistema capitalista y
atacar a sus contrarios ideológicos. El aspecto filosófico
fundamental que hay detrás de este derecho, es que se asimila de
acuerdo a su valor en sí y no de acuerdo con las condiciones,
alcance y consecuencias que lleva aparejada su práctica.
La sociedad
capitalista es sin duda la sociedad más idealista que ha existido en
la historia. ¿Por qué? Porque como miembro de la comunidad política
(El Estado) un pobre es igual que un rico, mientras que como miembro
de la sociedad civil un pobre es infinitamente diferente que un rico.
De ahí que un pobre tenga los mismos derechos que un rico, pero a la
hora de ejercerlos la realidad certifica lo contrario (Umpiérrez:
2008)
Los apologistas
del capitalismo suelen decir que en las sociedades capitalistas, todo
el mundo tiene derecho a decir lo que piensa, mientras que en las
sociedades socialistas esto no ocurre. Siempre es importante
distinguir entre el derecho a la libertad y el ejercicio de ese
derecho. Porque es en el ejercicio de ese derecho donde sale a
relucir su verdadero valor. ¿De qué me importa tener el derecho a
decir lo que pienso, si mis ideas no pueden ser publicadas en los
grandes medios de comunicación de masas? ¿De qué me sirve tener la
libertad de decir lo que pienso si el conocimiento de las ideas que
libremente expreso sólo llega a determinadas minorías? De poco. Es
fundamental tener no sólo el derecho a expresar libremente lo que se
piensa, sino que tus ideas tengan un alcance de masas. Y midiendo
este alcance, sabremos quienes en verdad ejercen ese derecho a
libertad de expresión.
Son los
periodistas que están al frente de los informativos y de los
programas de las grandes cadenas de televisión y de radio, quienes
en realidad ejercen de manera efectiva la libertad de pensamiento.
Puesto que son sus ideas y su concepción del mundo las que llegan a
las grandes masas. Son ellos los responsables de la opinión que
tienen las mayorías sociales de todo lo que sucede en el mundo. Así
que la libertad de expresión tiene grados. Y no puede compararse la
libertad de expresión que tiene una persona de ser escuchado por un
centenar de oyentes con la libertad de expresión que tiene una
persona de ser escuchado por millones de oyentes. Así que haríamos
bien en distinguir entre libertad de expresión mayoritarias, cuando
el alcance de las ideas que se expresan es mayoritario, y libertad de
expresión de las minorías, cuando el alcance social de las ideas
que se expresan es minoritario.
En las sociedades
burguesas el Estado, los partidos políticos y los medios de
comunicación son presentados como factores neutrales en la lucha de
clases. Y los medios de comunicación son presentados además como
“simples e inocentes” suministradores de la información. Se ha
querido distinguir también entre un periodismo de información y un
periodismo de opinión, donde al primero se le asigna el valor de la
objetividad y al segundo el de la subjetividad. Pero tanto el primero
como el segundo están preñados de subjetividad.
La libertad de
expresión es en general la libertad de expresión de la burguesía.
Es una de las tantas manifestaciones de la propiedad privada. Y el
carácter fundamental de esta libertad es construir una determinada
imagen del mundo. Son los capitalistas, los grandes creadores de
opinión, quienes determinan qué es noticia…son quienes nos
delinean el mundo a su antojo.
Aunque todos los
periodistas que están al frente de la Prensa Gráfica, TCS o El
Diario de Hoy, entre otros, se la llevan de demócratas y de
defensores de la libertad de expresión, en realidad no lo son. No
son demócratas porque en sus periódicos no dejan expresar sus
opiniones a quienes defienden ideas contrarias a las burguesas,
promueven el cambio radical y critican la propiedad privada. Y no son
defensores de la libertad de expresión en su sentido universal,
porque sólo dejan expresar su opinión a quienes en este caso están
en contra de los regímenes socialistas y revolucionarios sobretodo
de América Latina.
Decía Hegel que
en la China feudal era libre sólo una persona, el emperador; en la
Grecia clásica, eran libres unos pocos, los esclavistas; pero que en
la sociedad burguesa eran libres todas las personas. Sin embargo, a
esta última idea de Hegel habría que hacerle una acotación; en las
sociedades capitalistas la libertad de expresión sigue siendo sólo
asunto de unos pocos, y en este sentido se parecen a las sociedades
esclavistas (Ut supra)
¿Por qué en El
Salvador, ahora mismo hay una férrea oposición de la ultraderecha y
de los dueños de los grandes medios de prensa, para que se
democratice la libertad de expresión y se puedan crear, sin tanto
trámite radios comunitarias o televisión alternativas al
pensamiento y propaganda de la burguesía que inunda nuestras mentes,
fabricando y sembrando opiniones a conveniencia de sus intereses y
del poder que ejercen?
Casi todas las
constituciones de los Estados que se reclaman democráticos reconocen
el derecho de sus ciudadanos a expresar y difundir libremente sus
ideas y opiniones. Todas las Constituciones liberales establecen ese
derecho como sustancial por parte de los ciudadanos.
Pues bien, si se
tienen en cuenta las posibilidades materiales de ejercer estos
derechos, uno no tarda mucho en descubrir que son muy pocos los que
pueden hacerlo. Tan sólo quienes disponen de medios para expresar y
difundir sus opiniones y para acceder a las informaciones. No es
necesario argumentar tanto para afirmar que la libertad de expresión
y de información se reduce, en las sociedades burguesas, a la
libertad de acceso, tanto a los medios como a las fuentes de
información.
Para mantener,
sostener y reproducir el aparato de dominación y el orden social, en
que el poder de facto de los más ricos se fundamenta, es necesario
desarrollar la institucionalización de los medios de comunicación y
que a través del bombardeo mediático abierto o encubierto, se
establezca la selección del papel social y la aceptación del
mismo, creando en la conciencia colectiva una suerte de contemplación
pasiva de una realidad irreductible, “que es imposible de
cambiar”.
Acerca de los
grandes medios tradicionales de comunicación en El Salvador, dos
cuestiones son objetivamente demostrables: uno, que han pasado de ser
canales de información veraz para convertirse en instrumentos de
propaganda y contra-propaganda del poder oligárquico y el
oficialismo gubernamental y dos, que su ideología es claramente
militante es decir, con un claro pensamiento ultra-conservador y
neoliberal. Su defensa vehemente y sostenida de un statu quo
antidemocrático que desintegra el tejido social, es la mejor prueba
de ello.
Como verdaderos
agentes del libre mercado, los grandes medios están creando
valores y normas que aumentan y alimentan expectativas de consumo de
un modo irreal especialmente en los pobres y marginados,
contribuyendo a la frustración de millones y por consiguiente a la
agresión y a la violencia que pueden derivarse de ello.
Cuando los medios
condenan la violencia, lo hacen selectivamente. No se condenan todas
las formas de violencia en los medios ni todas las conductas
violentas. Los grandes medios adoptan un enfoque negativo y punitivo
frente a otros problemas sociales y a todas las formas de protesta
social. Son partidarios de la pena de muerte, de los castigos
corporales, del disciplinamiento social y las “manos súper duras”.
En general, expresan su ideología ultraderechista, se oponen a un
derecho penal civilizado, evidencian opiniones racistas y se muestran
contrarios a una sociedad de iguales.
El análisis del
estado actual de los medios de comunicación sobre todo en esta época
de globalización, ilustra los nuevos desafíos que reubican el papel
de dichos medios dentro de una sociedad de saberes compartidos. Es
necesario destacar que en el contexto de la globalización
neoliberal, la información “digital” se ha transformado en una
mercancía más que circula de acuerdo a las leyes del mercado de la
oferta y la demanda. (Marc Raboy: 1998)
Según esta
lógica, los medios no están vendiéndoles información a los
ciudadanos, están vendiéndoles los ciudadanos a los publicistas.
Estos medios, sobre todo los de alcance masivo son los principales
productores de subjetividad en la sociedad actual. A través
de sus mensajes y contenidos configuran y crean opiniones, formas de
pensar y actuar así como de sentir.
En este contexto,
los grandes grupos de comunicación proliferan y con ellos la
uniformidad de los mensajes. Así, una televisión, una radio y un
periódico, que pertenecen a un mismo propietario, darán una versión
similar de los hechos. Aquí radica su poder: en la posibilidad de
llevar a la población el mensaje que ellos quieren. De esta forma,
los intereses económicos y políticos priman sobre los propios de
los medios de comunicación: informar y ser un servicio para la
sociedad.
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