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LAS MAFIAS CAPITALISTAS
Oscar A. Fernández O.
Las oligarquías latinoamericanas y los bancos transnacionales y norteamericanos fueron los mayores ganadores en la última década del siglo XIX y los que están en la cúspide de la globalización económica en este siglo.
Según analistas económicos, se calcula en tres millones de millones de dólares las ganancias, en los pagos de intereses de la deuda, regalías, excedentes comerciales, sumados a la venta de las empresas estatales más valiosas y rentables y la transferencia del control de gran parte de los mercados internos. Este proceso fortaleció una cohorte poderosa de inversores, financistas y especuladores, a la que se agregó una parte de la clase política a partir de los sobornos y otras actividades económicas lícitas e ilícitas, apoyadas en el saqueo de los fondos públicos y con el visto bueno del FMI-BM con el auspicio de la CIA, la DEA y USAID, o sea de los organismos que maneja Washington (Lora Cam: 2010) El neoliberalismo configura un sistema mafioso (Fazio, C.: 2009) que se reproduce en todo lo que este sistema controla o influencia.
Esto puede observarse en el comportamiento de las burguesías y oligarquías capitalistas criollas y transnacionales. Así mismo, se hace evidente esta influencia mafiosa en los países donde los poderes del Estado favorecen directamente a transnacionales y grupos oligárquicos y los de las mafias que trafican personas, drogas, blanqueo de capitales, armas, inmigrantes, órganos, etc. El crimen organizado movió en los mercados trescientos veinte mil millones solamente en drogas al menudeo (Informe OEA: 2012) El banco Stanford, por ejemplo, sostiene en su investigación periodística, Alfredo Jaliffe-Rahme (La Jornada, México: 2009) con sede en Antigua, blanquea dinero del Cartel de Juárez, y también menciona al Citigroup, al HSBC y Santander entre otros gigantes conectados a paraísos fiscales y cuentas invisibles propios del neoliberalismo global.
El neoliberalismo global es un modelo criminal por antonomasia y lo ejemplifica el caso de estos bancos y otras corporaciones capitalistas que ayudan a blanquear el dinero con que algunos países poderosos financian organizaciones terroristas como el Daesh (ISIS) a Al Qaeda y Sirven de “lavanderías” a las llamadas maras y pandillas en EUA y América Latina.
La forma de acumulación por desposesión conlleva la corrupción generalizada que coaliga a las derechas. Coincidiendo con Carlos Fazio y otras investigaciones, podemos afirmar que hay una interconexión dinámica entre neoliberalismo, corrupción-violencia, privatización de la (in)seguridad, economía regular, economía informal, sector criminal, sustentada en redes trasnacionales, que facilitan una amplia gama de transacciones desreguladas donde la violencia es el mecanismo de regulación social.
Estos estados en descomposición, recolonizados y delincuenciales, en constante caos y desestabilización, manoseados por las oligarquías económicas, el Estado canalla por excelencia (N. Chomsky), se convierte en el principal enemigo de la democracia, de los derechos humanos y de los pueblos.
La corrupción del capitalismo, hace que las potencias imperiales en connivencia con las oligarquías “vende-patrias”, establezcan como principal estrategia de este período, “la apropiación” de los recursos estratégicos naturales que posee especialmente América Latina (hidrocarburos, biodiversidad, agua) El capital mafioso que puede financiarse con capitales del narcotráfico y otros ilícitos penales, necesita de Estados mafiosos (Zibechi, R.: 2009).
La era del capitalismo productivo llegó a su término. En este momento la producción corre a cargo de la inteligencia y de la cooperación colectiva. El capital tiene que procurar ponerla a su servicio, como ya hiciera con los esclavos de las plantaciones o los trabajadores de las fábricas. Para ello necesita otros medios adaptados a la nueva configuración del trabajador: un sistema de extracción de riqueza social, ágil y discreta, un sistema que pueda robar directamente la riqueza socialmente producida y, al mismo tiempo, disimular el robo. Este sistema de extracción de riqueza y expropiación de los comunes son los mercados financieros.
Dada la proclividad criminal de las oligarquías capitalistas nacionales y transnacionales, merece investigarse cómo se implementaron en cada caso, las políticas neoliberales respecto a la economía y la sociedad sobre las que las aplicaron, a partir del análisis de clase y de poder político. Al parecer, las burguesías regionales dominantes de América Latina desde su origen fueron coloniales, intermediarias, rentistas, parasitarias y burocráticas. Formaron parte de la oligarquía heredera del hispanismo colonial y sobrevivieron gracias al apoyo del Estado, de su Estado, y al capital extranjero. En las últimas décadas se les ve asociadas a la economía ilícita, a la organización de mafias con políticos y funcionarios deshonestos y buscando aprovecharse de la política neoliberal. El Salvador siempre fue una especie de finca cafetalera que ha mutado con la globalización y la implantación de un neoliberalismo desalmado.
Para hablar de las oligarquías o de la burguesía latinoamericana, debemos partir de reconocer que muchos intelectuales sobrestimaron su fuerza como sujeto nacional o subestimaron su capacidad de hacer política antinacional. En estas dos últimas décadas la casi nadie se opuso con fuerza y abiertamente a las políticas del FMI-BM, a las privatizaciones, a la casi destrucción del Estado e incluso al cierre masivo de las pequeñas y medianas empresas.
Podemos intentar clasificar a la burguesía latinoamericana en categorías: la burocrática o compradora, sector tradicionalmente dominante al interior de la burguesía, orientada al mercado mundial y a menudeo dependiente del capital extranjero; la financiera, que proporciona capital a las otras fracciones de la burguesía y canaliza al sector extranjero, especialmente al especulativo, la maquiladora —en México y Centroamérica—, asimilada de modo dependiente a las trasnacionales y la burguesía nativa principalmente en los grandes países como México, Chile y Brasil, producto de la sustitución de importaciones y que se orienta al mercado interno (Lora Cam: 2010).
Los fundamentos económicos del Estado tradicionalmente derechista latinoamericano, han cambiado en consonancia con sus nuevas funciones derivadas de la nueva relación Estado-capital. Ahora, la mayoría son delincuenciales y mafiosos, con vastas redes de cómplices públicos y privados, integrados a cadenas internacionales y al lavado de dólares sucios, explota las reglas de un estado de derecho que acepta el soborno, la corrupción, la extorsión y como corolario la impunidad. Muchos miembros de esta economía criminal son políticos y/o empresarios que sentaron las bases de sus fortunas en las políticas de ajuste, en las privatizaciones y en la deuda externa. En otras palabras, fue producto de un intercambio: apertura de mercados, venta de empresas estratégicas y pago puntual de la deuda por participación en el mercado y la copropiedad en negocios legales e ilegales. Como dice Carlos Fazio, esa “colusión de intereses constituye un componente clave de la economía transnacionalizada y el lubricante indispensable para el buen funcionamiento del capitalismo”
El arcaico derecho penal de la gente, que aún se practica por excelencia, parece destinado a convertirse en un derecho de la pre-modernidad, reservado sólo a las formas tradicionales de la delincuencia, mientras que el nuevo derecho penal de las sociedades, todavía en lenta gestación, aparece sólo como una de las palancas de una estrategia global en múltiples niveles que, para abordar los fenómenos descritos, deberá operar simultáneamente en diferentes planos, actuando en el nivel macro político y macro institucional.
La guerra del capitalismo contra las poblaciones es una guerra no declarada, pero no por ello menos despiadada. Se trata de imponer por todos los medios, pero sobre todo por los financieros, de la extracción de renta, de la sustracción de riqueza en favor de quienes controlan el capital, de la privatización de lo común.
Para nuestro caso, en El Salvador, creemos que estas son las fuerzas sociales y sus relaciones de poder con las que tenemos que luchar si pretendemos rediseñar estas sociedades. Dar la lucha ideológica y política, económica y cultural, contra el imperialismo y sus agentes parasitarios que pretenden destruir los movimientos sociales antiimperialistas y socialistas. La memoria de las luchas democráticas acumulada por siglos es de acuerdo con Jorge Beinstein es un patrimonio global en la larga marcha de combates, aprendizajes y construcción de una nueva conciencia (Beinstein, Jorge: 2009).
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