Usualmente negrillas y subrayados son nuestros.

sábado, 27 de junio de 2009

Crisis política y rediseño del Estado

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Las negrillas son nuestras para efectos de estudio.

CRISIS POLÍTICA Y REDISEÑO DEL ESTADO
Oscar A. Fernández
Politólogo.


Algo anda mal en la política y como consecuencia inmediata, algo no camina bien con la democracia.

La crisis de la política es un lugar común, pero en El Salvador, como herencia de 20 años de desastrosos gobiernos de ARENA que nos llevaron a una crisis de seguridad, crisis en la salud, crisis económica entre otras, aparece como un hecho que no admite duda.

El desaliento con la democracia se expande. El desánimo cunde entre funcionarios de varias reparticiones estatales y los políticos. El desprestigio de los partidos tradicionales está a la orden del día y el de la Asamblea Legislativa alcanza sus máximas cuotas. La distancia entre la ciudadanía y las instituciones por lo general es lejana cada vez más. Por tanto el gobierno del cambio debe acercar y profundizar esa relación tan necesaria para sostener la gobernabilidad.

Más allá de lo que pueda argumentarse en contra de tal visión, que muchos califican de exagerada o apocalíptica, es difícil refutar que se trata de un diagnostico bastante generalizado.

A su vez el fenómeno despierta lógica preocupación: una sociedad que incuba una política de tales características tiene por delante un horizonte nebuloso. La sola aproximación al problema de la crisis de la política desnuda su extraordinaria complejidad. La pregunta primera que debemos hacernos es si estamos frente a una crisis política y sus instrumentos o más bien de la sociedad.

El sentido común nos lleva a pensar invariablemente que las raíces de las crisis quizás ocultas, pero en todo caso son múltiples. Un fenómeno de tal naturaleza jamás tiene una causa única o una explicación singular y superficial.

Además está el manto de la paradoja. En efecto a algunos intentan persuadirse que el desprestigio de la política haya estallado simultáneamente la construcción decidida de la democracia. ¿Cómo explicar que al “ganar” la democracia haya “perdido” la política? La verdad es que no resulta intelectualmente posible soslayar tal paradoja.

Aún a riesgo de simplificar erróneamente el problema, es factible afirmar que independientemente que la ciudadanía deja de creer en la política cada vez más, el deseo de desarrollar y consolidar la democracia, por parte crece paralelamente. Los pueblos son por naturaleza democráticos y su lucha histórica ha sido por la democracia, la libertad y la rebeldía contra el control y la opresión por parte del Estado, sea del tipo que sea.

En nuestro país el punto clave del ideal democrático es que ha despojado de legitimidad a cualquier otro régimen político.

Expuesto el tema de la primera legitimidad (la del sistema) ha surgido con fuerza el tema de la segunda legitimidad (el de la eficacia del sistema) La primera legitimidad actúa hacia el pueblo y demás instituciones no gubernamentales, es decir, hacia afuera; la segunda actúa hacia adentro, esto es en relación a sí misma. De nuevo ¿cómo se puede perder ganando? ¿Cómo explicar que el avance de la democracia haya disparado desprestigio?

Hay quienes afirman que al desplomarse las dictaduras la democracia se ha quedado sin oponente, pero los más lúcidos, entre estos Sartori (¿Qué es la democracia?), plantea que “vencer en la guerra no es vencer en la paz” La democracia se ha quedado sin enemigo externo, pero por eso todas las miradas se han volcado sobre su funcionamiento y efectividad. Y aquí es dónde se surgen con fuerza todas las falencias, omisiones y defectos que las acciones de lucha contra las dictaduras y el autoritarismo habían ocultado.

Estas y otras consideraciones explican que la reflexión sobre la política –sobre su crisis o su estado de situación, términos más suaves- se encuentre en el primer punto de la agenda. A su vez el debate sobre el rediseño o la “reinvención” del Estado le sigue de cerca. ¿Se trata de una coincidencia o existe una vinculación más estrecha –quizás no suficientemente evidente- entre ambos temas?

La tesis central de este artículo es sencilla. Advierte que la actual crisis de la política tiene causas múltiples y profundas. Advierte, la reforma retardada, inconclusa o errónea del estado Asume que mientras el diagnóstico de tales causas no sea a la vez más preciso y comprensivo, será imposible revertir la actual tendencia. El desfase, anacronismo, ineficiencia y agotamiento del Estado tradicional no es un dato más –junto a muchos otros- en la crisis de la política y la ineficacia del Estado actual (A. Alamand, 1997)

Aseguramos que mientras la política “no mejore” al estado, seguirá ella misma “enferma” y no recuperará su liderazgo, perderá legitimidad, promoverá la corrupción y el clientelismo e incrementará la decepción a los ciudadanos. Para la gente común y corriente, el Estado es el instrumento que los políticos por alcanzar y ejercer desde allí el poder.

Los ciudadanos advierten que las leyes se hacen en un poder y la justicia es administrada por otro. Que las políticas públicas son materializadas por los ministerios y otras instituciones públicas. Hay pues, insistimos, una vinculación directa entre política y Estado. Es más, la política se ha percibido como un conjunto de acciones hacia y desde el Estado.

Ahora bien, si la actual organización, metas y acciones del Estado están en entredicho, fuerte cuestionamiento o incertidumbre hay que asumir que ello tendrá un fuerte impacto en la política.

Mirar el desprestigio de la política desde la necesidad de reinventar el Estado, es buscar allá donde están concentrados los problemas. Quizás, la crisis del Estado y la crisis de la política son –en grado importante-dos caras de la misma moneda, insiste Andrés Allamand (Op. cit.)
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