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Las negrillas son para efectos de estudio
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San Salvador, 21 de diciembre de 2013.
Estimados compañeros, compañeras e invitados:
Es sin duda, este cariñoso reconocimiento con el que ustedes me honran, una buena oportunidad de reunirnos y charlar un rato…veo a muchos queridos y viejos compañeros sobrevivientes como yo…lo cual me alegra y me asegura que al impulso revolucionario sigue presente.
Gracias a las compañeras y compañeros de MPTIES, que han tenido a bien concederme este reconocimiento de “Profesional del año”, el cual me ha tomado por sorpresa, pues no estoy acostumbrado a que me reconozcan lo que considero mi obligación histórica: luchar incansablemente, contra la injusticia, la opresión, la tiranía, la explotación y todas las formas abyectas que el capitalismo empeña para sojuzgar a la humanidad. Siempre me he considerado un profesional forjado en y para la lucha revolucionaria…practico la ciencia incorporada en la sociedad y el pensamiento crítico, y los concibo como instrumentos para entender la realidad que los seres humanos debemos siempre optimizar.
Ésta, que yo llamo mi obligación vital, es el motor que siempre me ha impulsado a apreciar a mi pueblo y comprender la lucha de otros pueblos, en las que he participado con mi modesto aporte militante, en algunos casos e intelectual en otros. Esta obligación que me impulsa a entender y vivir mi vida así y no de otra manera, tiene también sus orígenes en la primera formación que recibí en el seno de mi familia.
Mi hermano, Mario Ernesto (Capitán Carlos) valiente guerrero como los héroes legendarios, quizás muy joven para morir, se entregó totalmente a la causa de la libertad del pueblo, cayó herido para luego ser asesinado cobardemente por los verdugos de la Dictadura. Murió como mueren sólo los grandes, desafiando a sus ejecutores y fiel a la causa revolucionaria.
Mi padre, que en paz descanse, fue siempre un militante de la lucha social desde su vida universitaria, lo cual le costó cárcel, tortura, exilio y marginación, pero sobrevivió y nunca pudieron ahogar su grito y su letra firme en su lucha como jurisconsulto en defensa de los débiles, lo cual le granjeó la enemistad y el odio de aquellos, que cuales coleópteros alrededor de una lámpara, vivían como títeres de los regímenes de turno, o simplemente parasitaban a su sombra.
Mi madre, mujer estoica que aguantó toda su vida la aflicción de perder a su familia, pero que siempre estuvo allí para nosotros, que la vimos sufrir lo indecible cuando tuvo que recibir y enterrar el cadáver de su hijo…dicen que no hay dolor más grande…que una madre jamás debería enterrar a un hijo.
Mi esposa, mi compañera de tres décadas ya, Marina (Ligia), presa y torturada, dos años en la cárcel, la cual resistió fuertemente junto a otras valientes camaradas, quienes pudieron ser liberadas gracias a la lucha popular…hela aquí, revolucionaria como siempre y convertida en una lúcida abogada.
No podría entonces yo, soslayar esta obligación que se convirtió hace mucho en mi razón de existir: la lucha revolucionaria…vivir para la revolución, y si es necesario morir…por ella.
“La Revolución—escribía José Martí a Máximo Gómez, en fecha temprana como el 20 de julio de 1882, desde su exilio neoyorquino—no es un mero estallido de decoro, ni la satisfacción de una costumbre de pelear y mandar, sino una obra detallada y previsora de pensamiento"
Quiero recapitular para ustedes lo que una vez el Comandante en Jefe, Fidel explicaba: “Voy a decirles una verdad- y no me gusta estar diciendo verdades todos los días, eso sólo es posible con una Revolución. Será como quieren muchos, pacífica, en virtud de la inconformidad, la insatisfacción, sin violencia; pero sí; a lo mejor se puede dar el milagro - ya se han dado otros- de que, a través de las conciencias, podamos lograr aquello para lo cual no se necesitarían las armas”.
En el FMLN luchamos con la conciencia y las armas, pero resulta que nos damos cuenta que en el mundo hay más conciencia que armas; en este mundo invadido de egoísmo, hay muchas más personas que conocen los problemas, que conocen las verdades y piensan y meditan sobre posibles soluciones, y puede llegar el día en que los políticos estén tan desprestigiados como lo están cada vez más en muchas partes.
“No predico la violencia, insistió Fidel, predico la revolución. Pacífica, quizás; pero revolución. El hombre tal vez sea capaz de lograrlo. Ojalá”
Revolución es, sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas.
Sin renunciar a los principios éticos que deben guiar a los revolucionarios, nuestra política debe basarse en la verdad, en la honestidad, buscando la mayor eficacia con base en el análisis de la realidad, contando con las herramientas de las ciencias del proletariado y el arte de la política en su sentido positivo. Esto es, en cada caso, uniendo la mayor cantidad de voluntades para alcanzar objetivos que nos aproximen a la aspiración más noble de la humanidad: la construcción de una sociedad solidaria.
Esta convicción profunda de la que hablamos, sólo puede fundamentarse en una sola guía de acción: la ética revolucionaria, que es la práctica humanista de los sujetos políticos, que estamos comprometidos en la teoría y la acción, con la justicia social, con el cambio de la sociedad capitalista, con el socialismo. Es decir, estamos obligados a predicar con el ejemplo…y a ser probos, dignos e incorruptibles, siguiendo el ejemplo de otro gran camarada revolucionario que siempre me place recordar, Schafik el Comandante, Schafik, el hermano mayor.
Estimados y estimadas camaradas.
Amigos y amigas:
Si ponemos atención a la sociedad globalizada actual –en cuanto a la calidad de vida y la existencia de un Estado formalmente democrático- se vuelve obvio que en la mayoría de Estados nacionales, la legitimación para gobernar no se deriva de lo antes mencionado, pues alrededor del 80% de los ciudadanos del mundo están excluidos de los altos beneficios materiales de la sociedad global y gran porcentaje de los Estados nacionales, no califica como Estados democráticos de derecho. La sociedad globalizada capitalista carece mayoritariamente de legitimidad, sostiene el profesor Noam Chomsky. El marxismo demuestra que, el primero de los derechos materiales de la cultura humana, -el de comer y tener casa- es incompatible, para las grandes mayorías, con la lógica del capitalismo. Mientras este derecho gira en torno a la reproducción adecuada de la vida, la dinámica del sistema gira en torno a la producción de la ganancia y del valor. El trabajo existe solo en una forma deshumanizante –como el monstruo de Frankestein- y como mercancía. Es decir, la calidad y dignidad humanas no tiene valor alguno.
Estamos conscientes que nuestro país se encuentra en esta encrucijada histórica, en un momento cuya tendencia apunta a la profundización de la crisis de un régimen político caduco y de un Estado debilitado por el modelo económico imperante, que también hace aguas. Tenemos que desenredar esta especie de nudo y no disponemos de todo el tiempo, y para hacerlo sin que se agudice la violencia social, se necesita insoslayablemente el imperio de la sabiduría, la justicia y la capacidad plena de liderazgos de primer nivel. Estamos entrando a un nuevo período histórico, en dónde el poder oligárquico pierde fuerza y el poder de la gente comienza a alumbrar la madrugada histórica.
En estas circunstancias históricas, se necesita establecer cuáles son las facultades críticas para gobernar con una visión de largo plazo y que propuestas, por exigentes que sean, pueden ser factibles en un corto y mediano plazo. Los recursos limitados del Estado deberán concentrarse en un reducido número de mejoras, capaces de lograr una diferencia real. Pretender abarcar más no sería ni lógico ni responsable, porque no se pueden afrontar las grandes transformaciones recurriendo simplemente a “más de lo mismo pero un poco mejor”. La estrategia óptima reside, por consiguiente en trabajar sobre un número adecuado y realista de reformas con un techo limitado para asegurarles factibilidad, mientras al mismo tiempo, adoptamos una posición suficientemente profunda para que el impacto sobre la capacidad de gobernar marque el cambio frente a la tradicional ineptitud y corrupción demostrada por las administraciones derechistas.
Por lo tanto, es necesario aumentar el poder de la gente, que significa no la desaparición del Estado, sino al contrario el rediseño del mismo, como una creación del pueblo, con el pueblo y para el pueblo. Debe priorizarse la búsqueda permanente de las personas aptas para construir mecanismos de control cristalino en el manejo de la cosa pública y sus instituciones.
Hacer que el Estado llegue a la sociedad a través de los partidos políticos y las instituciones únicamente, ya no es posible, por eso resulta impostergable crear un nuevo espacio público amplio no estatal, que en coordinación con las instituciones centrales y los gobiernos locales, abra un nuevo lugar de decisiones. Ese deberá ser nuestro gran aporte en un futuro de medio plazo.
Debemos de asumir la política como construcción de fuerzas y eso implica abandonar la visión tradicional de la misma, que tiende a reducirla exclusivamente a lo relacionado con las instituciones jurídico- políticas y a exagerar el papel del estado; en esta visión caen tanto los sectores más radicales de la izquierda, como los más moderados: los primeros centran toda la acción política en la toma del poder político y la destrucción del estado y los más reformistas en la administración del poder político o ejercicio de gobierno. Todo se concentra en los partidos políticos y en la disputa en torno al control y la orientación de los instrumentos formales de poder; los sectores populares y sus luchas son los grandes ignorados. (Harnecker: 2000)
Recapacitar sobre la construcción de fuerzas es también superar la estrecha visión que reduce el poder a los aspectos restrictivos del estado. El poder enemigo no es sólo represivo sino también constructor, moldeador, disciplinante; genera cultura. Si el poder de las clases dominantes sólo actuase como censura, exclusión, como instalación de obstáculos o represión, sería más frágil. Si es más fuerte es porque además de evitar lo que no quiere, es capaz de construir lo que quiere, de moldear conductas, de producir saberes, racionalidades, conciencias, de forjar una forma de ver el mundo y de verlo a él mismo.
En el marco de la consolidación de una democracia participativa es esencial cambiar el concepto tradicional cerrado y aislado de gobernar, por uno actualizado, abierto, participativo, democrático y fundido con las masas trabajadoras, con el fin de preservar una amplia interpretación del interés público que abarque las necesidades de los seres humanos como un todo.
En eso está empeñado el FMLN, en eso están empeñados nuestros candidatos…pero solos no podremos logarlo, necesitamos el acompañamiento de todas las fuerzas vivas que quieran a este país y crean fervientemente que un El Salvador mejor, es posible…es real…es una utopía realizable…nuestra utopía.
Esta no es sólo una consigna partidaria, ni mucho menos una frase del “marketing electoral”, es una estrategia y una realidad que ya está en marcha hacia el futuro.
Como nos enseñó el Che: todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización.
Este cariñoso homenaje con el cuales ustedes me honran, inmerecidamente digo yo, lo recojo en nombre de todas y todos mis hermanos que donaron generosamente su vida por la causa histórica de la liberación y la revolución.
¡La historia es nuestra y la hacemos los pueblos!
¡Vamos a la profundización de los cambios!
¡Hasta la victoria siempre!
Gracias.
Oscar Fernández
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