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El propósito de un político revolucionario consecuente es tomar el poder para concretizar y desplegar la justicia social. De manera que es esencial para el político revolucionario plantearse el problema de la definición de justicia social.
Aristóteles, en la sociedad esclavista, decía que justicia social es "dar a cada quien lo suyo". Y los que más trabajaban, los esclavos eran los que menos recibían lo suyo. La justicia por lo visto es un concepto histórico. En el capitalismo Marx fundamentó científicamente las posibilidades de construir la justicia social liberando al ser humano de la explotación del trabajo.
El "dar a cada quien lo suyo" se convirtió en el pensamiento de Marx, en el uso del excedente económico para beneficio de toda la sociedad y no de una minoría explotadora. La forma de reparto del excedente económico en la sociedad futura depende del tipo, cantidad y calidad del trabajo desempeñado por cada individuo. De manera que al menos en la sociedad socialista y también en la sociedad comunista existen diferencias sociales que dimanan del aporte en términos del trabajo. Retira más y mejor producto social el que más y mejor trabaja.
Engels planteó la postura del marxismo de que el trabajo ha humanizado al hombre, valga la redundancia. El trabajo nos ha separado de la animalidad. El trabajo nos construye material y mentalmente. Por eso el trabajo es la actividad esencial del ser humano y debe concebirse como una necesidad vital; seguramente esta concepción se encuentra a la base de la actitud incansable hacia el trabajo por parte del Ché Guevara.
De manera que el trabajo es la actividad más digna del ser humano: por su medio el ser humano dignifica a los demás y se dignifica a sí mismo.
El político revolucionario debe mantener una actitud hacia el trabajo no mercenaria: por definición toda persona debe tener la oportunidad de dignificarse por medio del trabajo, un revolucionario no debe esperar favores de ningún tipo por que le "consiguió chance" a alguien. Es un deber luchar porque toda persona tenga un trabajo digno, que desde David Ricardo tiene una base material y que en la actualidad consiste en que le permita a la persona recibir los bienes y servicios que le permitan llevar una vida digna, conforme a la satisfacción básica e histórica de sus necesidades. La burguesía como medio de presión y compulsión usa la desocupación estructural para mantener su dominio negándole a las personas su derecho humano a trabajar.
La desocupación no es imputable de manera individual a las personas desocupadas. Es la confesión de la incapacidad de un sistema socio económico para utilizar los recursos de que dispone para crear riqueza social. La desocupación se acentúa en momentos de crisis económicas, de sobre producción por ejemplo, o de aplicación de un modelo económico como el neoliberal.
En la sociedad socialista se espera que la distribución del producto social se realice no a partir de la propiedad o no propiedad de los medios de producción, sino a partir del trabajo desplegado en tanto cantidad y calidad.
El político revolucionario no puede esperar construir una sociedad justa, basada en los términos de "dar a cada quien según su trabajo y a cada cual según su capacidad" si cotidianamente aplica una forma injusta de adjudicar funciones laborales en lo político y en lo económico.
Deben ser ajenos al político revolucionario la priorización en criterios de compadrazgo o nepotismo para delegar tareas y funciones, el criterio básico es la lealtad a la sociedad, la idoneidad, calificación y disposición para el trabajo.
No se puede tener como resultado justicia a punta de injusticia.
Lógicamente el criterio básico es que el trabajador se aleje de la concepción mezquina de la realización del trabajo solamente como un medio de satisfacción de necesidades individuales sin responsabilidad social, sin adscripción de clase y de que reciba más de lo que merece en términos de cantidad y calidad del trabajo desplegado.
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El propósito de un político revolucionario consecuente es tomar el poder para concretizar y desplegar la justicia social. De manera que es esencial para el político revolucionario plantearse el problema de la definición de justicia social.
Aristóteles, en la sociedad esclavista, decía que justicia social es "dar a cada quien lo suyo". Y los que más trabajaban, los esclavos eran los que menos recibían lo suyo. La justicia por lo visto es un concepto histórico. En el capitalismo Marx fundamentó científicamente las posibilidades de construir la justicia social liberando al ser humano de la explotación del trabajo.
El "dar a cada quien lo suyo" se convirtió en el pensamiento de Marx, en el uso del excedente económico para beneficio de toda la sociedad y no de una minoría explotadora. La forma de reparto del excedente económico en la sociedad futura depende del tipo, cantidad y calidad del trabajo desempeñado por cada individuo. De manera que al menos en la sociedad socialista y también en la sociedad comunista existen diferencias sociales que dimanan del aporte en términos del trabajo. Retira más y mejor producto social el que más y mejor trabaja.
Engels planteó la postura del marxismo de que el trabajo ha humanizado al hombre, valga la redundancia. El trabajo nos ha separado de la animalidad. El trabajo nos construye material y mentalmente. Por eso el trabajo es la actividad esencial del ser humano y debe concebirse como una necesidad vital; seguramente esta concepción se encuentra a la base de la actitud incansable hacia el trabajo por parte del Ché Guevara.
De manera que el trabajo es la actividad más digna del ser humano: por su medio el ser humano dignifica a los demás y se dignifica a sí mismo.
El político revolucionario debe mantener una actitud hacia el trabajo no mercenaria: por definición toda persona debe tener la oportunidad de dignificarse por medio del trabajo, un revolucionario no debe esperar favores de ningún tipo por que le "consiguió chance" a alguien. Es un deber luchar porque toda persona tenga un trabajo digno, que desde David Ricardo tiene una base material y que en la actualidad consiste en que le permita a la persona recibir los bienes y servicios que le permitan llevar una vida digna, conforme a la satisfacción básica e histórica de sus necesidades. La burguesía como medio de presión y compulsión usa la desocupación estructural para mantener su dominio negándole a las personas su derecho humano a trabajar.
La desocupación no es imputable de manera individual a las personas desocupadas. Es la confesión de la incapacidad de un sistema socio económico para utilizar los recursos de que dispone para crear riqueza social. La desocupación se acentúa en momentos de crisis económicas, de sobre producción por ejemplo, o de aplicación de un modelo económico como el neoliberal.
En la sociedad socialista se espera que la distribución del producto social se realice no a partir de la propiedad o no propiedad de los medios de producción, sino a partir del trabajo desplegado en tanto cantidad y calidad.
El político revolucionario no puede esperar construir una sociedad justa, basada en los términos de "dar a cada quien según su trabajo y a cada cual según su capacidad" si cotidianamente aplica una forma injusta de adjudicar funciones laborales en lo político y en lo económico.
Deben ser ajenos al político revolucionario la priorización en criterios de compadrazgo o nepotismo para delegar tareas y funciones, el criterio básico es la lealtad a la sociedad, la idoneidad, calificación y disposición para el trabajo.
No se puede tener como resultado justicia a punta de injusticia.
Lógicamente el criterio básico es que el trabajador se aleje de la concepción mezquina de la realización del trabajo solamente como un medio de satisfacción de necesidades individuales sin responsabilidad social, sin adscripción de clase y de que reciba más de lo que merece en términos de cantidad y calidad del trabajo desplegado.
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