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SEGURIDAD
PÚBLICA Y ORGANIZACIÓN COMUNITARIA
Oscar
A. Fernández O.
Emprender
un sistema de políticas de seguridad pública desde la izquierda
gobernante conlleva, por definición, su carácter integral, es
decir, la búsqueda de un equilibrio entre el derecho a la seguridad
colectiva y el derecho a la libertad de todos y todas los ciudadanos
y ciudadanas, la actuación sobre las causas sociales que generan la
delincuencia y la inseguridad ciudadana y no sólo sobre los efectos
y las consecuencias. No pueden existir políticas de seguridad
eficaces sino se erradica la pobreza con su extrema desigualdad, el
solapamiento de organizaciones mafiosas relacionadas con las
oligarquías capitalistas y el poder político, la corrupción, el
desempleo, el machismo, la discriminación, el odio a las minorías
sexuales y la exclusión social; si
no se ponen en marcha políticas
integrales de salud, alimentación, empleo, educación integral y
protección social.
Pero
además, resultará muy difícil que dichas políticas de seguridad
pública sean realmente efectivas, si la ciudadanía no las hace
propias y ayuda a su impulso.La participación de la comunidad
en el diseño, implementación y evaluación de políticas públicas
de seguridad es una de las claves del prototipo de la seguridad
democrática, y también uno de sus mayores desafíos.
En
los últimos años, nuevos fenómenos y realidades sociales emergen
en una sociedad cada vez más compleja fruto de su propio
desenvolvimiento y que viene determinado por las políticas
neoliberales y su modelo económico, que reduce el aporte social del
Estado y dificultan las inclusión social; la creciente desigualdad,
que propicia espacios para el desarrollo de la delincuencia a escala
global y local, y contribuye a la aparición de nuevas conductas
delictivas, unas vinculadas a la criminalidad económica y financiera
(lavado de dinero, tráfico de drogas y armas, redes de corrupción,
etc.) y otros a la irrupción de algunas mafias, pandillas criminales
y de delincuencia internacionales, mucho más violentas y con nuevas
tipologías en sus métodos de actuación; el incremento de detenidos
en las prisiones, que no reduce el número de delitos, sino al
contrario traslada la violencia a las cárceles y produce mayor
violación de derechos.
En
estas circunstancias, las llamadas políticas transversales de
inclusión social y de prevención para unos servicios públicos de
calidad y reducción de los factores de riesgo; deben incluir la
política de vivienda social y la acción integral en las comunidades
de riesgo; la estrategia preventiva que aborde la educación y la
formación; la extensión y calificación de la educación; el acceso
a la salud pública; el desarrollo de los municipios; etc.
Estas
acciones deben ser complementarias a las imprescindibles acciones
policiales y de la justicia penal, más orientadas a resarcir los
daños producidos que a la punición, en el mejor estilo de venganza
social, como suele establecerse. Así, la acción policial y penal no
es incompatible con acciones preventivas, ni con la protección de
los derechos individuales y colectivos.
La
experiencia nos dice que el incremento de detenidos en las prisiones
no ha logrado reducir el número de hechos delictivos, por eso se
precisa de políticas públicas transversales de inclusión social y
de prevención, además de facilitar servicios públicos de calidad,
para reducirlos factores de riesgo social.
Trabajar, sin embargo,
la inseguridad de los ciudadanos sólo desde la prevención de los
factores de riesgo sería no solamente insuficiente sino también un
error. Por ello, es imprescindible un cuerpo policial próximo al
territorio y a los ciudadanos, con una formación especializada, para
hacer frente con profesionalidad y validez a las diferentes
expresiones delictivas que se producen y las variadas formas de
conflictos entre las personas.
Para
lograr un cambio favorable en la reducción de la violencia se vuelve
necesario: Trabajar en la
organización local del pueblo, en función de la defensa de sus
intereses y con una perspectiva de reparación del tejido social,
cambiando la cultura del excesivo individualismo y el consumismo, por
la cultura de la solidaridad, la moderación y la convivencia
pacífica. Fortalecer
la institucionalidad de la Justicia y la Seguridad, con una
pretensión de progreso desde el Estado, como componente principal
presente en todo el territorio nacional, que además de promover el
desarrollo, sea próximo a las necesidades de las personas.
Calcular
científicamente un ratio adecuado del número de policías por
c/1000 habitantes y pasar completamente de la policía de
organización central a la policía de despliegue territorial.
Diseñar
el modelo de seguridad pública integral e integrado, que incorpore
la vertiente territorial desde el Ministerio de Gobernación y
Desarrollo territorial, además de los Ministerios de Salud Pública,
Educación, Vivienda y se coordine con los diferentes grupos
operativos. En este sentido, el objetivo es que los servicios del
Estado lleguen a todas las personas de manera expedita y con
eficacia.
Que
a pesar del alto grado de conflictividad que presenta la violencia
criminal en el país, lo que exige medidas de fuerza más
categóricas, no se abandone la puesta en marcha de la Policía
Comunitaria, que requiere una reestructuración de la Institución
policial y el desarrollo de una conciencia y actitud de trabajo junto
a la gente.
Crear
un modelo basado en la efectividad
policial por encima de las especificadades corporativas, un modelo
policial integrado más eficaz que contribuya a sumar esfuerzos, que
favorezca la coordinación y cooperación policial y que responda a
la demanda de la ciudadanía de la seguridad como un servicio público
de calidad.
Desde
esa perspectiva se proponen las siguientes acciones: impulsar la
creación, la formación y la organización de voluntariado civil
para llevar a cabo tareas de apoyo a los grupos actuantes y
operativos en la prevención y la actuación ante las situaciones de
riesgo y / o de emergencia; establecer o mejorar los órganos de
coordinación del Gobierno central con los gobiernos locales,
especialmente en las grandes ciudades.
Un
régimen de Seguridad Pública que establezca directrices y políticas
a desarrollar, a partir de la solución
de conflictos, las actuaciones y los
medios en materia de seguridad, emergencias y seguridad vial.
El
rediseño de un plan de carrera profesional que recoja todos los
grados del escalafón de la policía, con homologación de las
correspondientes titulaciones académicas (Proyecto del Instituto
Superior de Estudios Policiales - ANSP) Hacer énfasis en la
especialización científica policial. El método de enseñanza
principal debe basarse en los protocolos de actuación en todas las
especialidades policiales, primando en la formación inicial, el del
patrullaje preventivo y la intervención primaria.
Reforzar
la capacidad interventora, fiscalizadora y sancionadora de la nueva
Inspectoría General, que vele por el cumplimiento de la normativa y
la calidad de los procedimientos policiales, en relación al posible
abuso de fuerza y la arbitrariedad.
La
reestructuración y desburocratización de la Policía,
redistribuyendo de manera adecuada y científica la plantilla
policial en todo el territorio, insertando verdaderamente a la
policía en la comunidad para que se empape de su cultura, sus
vivencias y problemas, con el propósito de intervenir proactivamente
en la resolución de conflictos menores y evitar el agravamiento de
estos, manteniendo en conjunto, la tranquilidad y la normalidad en la
vida vecinal.
Mejorar
las condiciones laborales y salariales para los efectivos policiales,
con especial atención a los del nivel básico, promoviendo además
el efectivo compromiso con la República y principalmente con la
gente, a través de la formación de una conciencia que se
identifique permanentemente con el cumplimiento del deber, la ética
y la protección de las personas, especialmente de las más
vulnerables.
Finalmente,
cualquier iniciativa de abordaje del problema de la seguridad
requiere de la decisión política de gestar cambios estructurales en
la sociedad que se traduzcan en políticas concretas de inclusión
social, esfuerzos sostenidos para disminuir la desigualdad económica,
políticas de Estado para la lucha contra el narcotráfico, abordajes
específicos para el problema de las adicciones y enfrentar sin
remilgos la corrupción y la criminalidad asociada al poder, entre
otros.
También
se necesita del perseverante interés de los ciudadanos por construir
comunidad, apropiándose del espacio público en el que se
desenvuelve su vida cotidiana y evitando dejar vacantes espacios de
soberanía que pueden ser ocupados por la ilegalidad. Sólo entonces
el compromiso de la comunidad será puesto en valor y su
potencialidad se desplegará en todas sus posibilidades. De lo
contrario, la participación comunitaria corre el riesgo de quedar en
una experiencia simplemente interesante para el difícil caminar de
nuestras inmaduras democracias.
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