Usualmente negrillas y subrayados son nuestros.

domingo, 11 de mayo de 2008

Crisis sin retorno del neoliberalismo

EL SALVADOR: UNA CRISIS SIN RETORNO

“Esta noción de mercados libres y gente libre, esta
aventura conjunta entre libertad política y económica
algunos lo llaman el sueño americano
pero hoy es más que eso, es el sueño universal”

George Bush p.
(Presidential Documents. 1991)

Oscar A. Fernández O.

Cuando Saca pretende pontificar la prensa lo despliega con bombo y platillo, sin siquiera molestarse en hacer un breve análisis de fondo. La mayoría de periodistas han citado al unísono la frase poco feliz del Presidente “Estamos frente a la tormenta perfecta”, copiando a otros voceros del capitalismo mundial que han asegurado muy compungidos: “Esto es un tsunami económico y humanitario».

Se diría que la crisis tiene una causa extrahumana, semejante a una catástrofe natural o a un castigo divino. Sin embargo, como hemos explicado antes, las causas de la crisis son el resultado de unas políticas dictadas por los medios financieros a los gobiernos como el de El Salvador y seguidas al pie de la letra, con una mezcla de necedad e inoperancia.

Otra causa de la crisis, que preferiría llamar “crimen de lesa humanidad” es también la voracidad energética desatada por los países que han asumido como religión el neoliberalismo y como su credo el consumismo que propicia el mercado. Los llamados agro carburantes compiten en el mercado con los alimentos.

La especulación creada en torno a los alimentos básicos que se transforman en carburante, empuja los precios de los cereales y el azúcar hacia nuevos máximos, inalcanzables para una inmensa masa de población, que principalmente se encuentra en Asia, África y América Latina. Hasta el presidente de la multinacional Nestlé, se muestra preocupado por la situación en una entrevista concedida al periódico suizo NZZ am Sonntag del 23 de marzo de 2008. Según dice, si se pretende cubrir el 20 % de la demanda petrolera con agro-carburantes, no habrá nada que comer.

La irracionalidad del sistema capitalista, en su actual fase inadecuadamente llamada “neoliberal”, es de tal grado que las leyes de mercado funcionan al revés de lo que sostiene Saca: la mayor oferta o producción, junto con la menor capacidad de compra, no está produciendo una caída de los precios, sino todo lo contrario.

Agregado a lo anterior, el Presidente insiste en que él ni su partido, tiene responsabilidad en esta tragedia nacional.

Veamos:

1. Ellos son de los primeros entusiastas por convertir la comida en combustible;

2. Ellos son los que decidieron enterrar la agricultura, pues creyeron que era más barato importar que producir alimentos, sin siquiera deducir que los importadores de alimentos están subsidiados por sus gobiernos y que nuestros diezmados productores no podrían competir en precios;

3. Son ellos los que con plena conciencia decidieron enajenar las instituciones del Estado y venderlas a precio de remate, al gran capital.

4. Son ellos los que conscientemente, debilitaron al Estado y le quitaron de facto su papel histórico de distribuidor de la riqueza nacional.

5. Son ellos los que promueven a propósito una institucionalidad pusilánime y sumisa, que permite el acaparamiento y la cultura del abuso.

6. Son ellos los que desatan la violencia oficial, con el fin de defender a toda costa el orden impuesto.

7. Ellos son los que promueven un salario mínimo de hambre.

8. Son ellos los que han propiciado con su “modelo”, que la desnutrición infantil llegue a índices escandalosos.

9. Son ellos los que defienden la liberalización del mercado laboral, produciendo el desempleo, el subempleo y el crecimiento exponencial de la informalidad.

10. Son ellos, por último los que haciendo gala de la incapacidad, no han podido siquiera desarrollar medidas paliativas efectivas que permitan aminorar el impacto de una tragedia humana anunciada.

El presidente y su partido no pueden alegar ignorancia y pretender exculparse de los brutales efectos de una forma de gobernar exclusivista, parcial y autoritaria, plagada de insuficiencias y errores garrafales como el colosal endeudamiento en que nos han metido, sin que éste haya sido directamente proporcional al supuesto progreso social publicitado.

El neoliberalismo en El Salvador, como en muchos otros países pobres, enfrenta hoy una crisis de grandes proporciones. Más que la crisis de esta ideología y de su proyecto político, es, como mínimo, la crisis del pueblo (no de los ricos) provocada por un capitalismo dominante financiera y especulativamente, absolutamente descarnado, acaparador, insensible y despilfarrador.

Coincidimos en lo esencial con todos los autores que consideran como causa de la crisis global, el modelo de desarrollo económico engendrado por la modernidad y aplicado en primer lugar, por los capitalistas en su proceso de colonización y dominio del mundo. Este modelo ha reproducido una evolución espontánea, desordenada, violenta y depredadora de la sociedad, que se pone de manifiesto tanto en las estructuras económicas, políticas, sociales como en la esfera valorativa de nuestro quehacer.

No sabemos qué pueda salir de esta crisis cuando, de hecho, es posible que sus efectos se prolonguen en muy largo plazo, y traigan consigo inmensas transformaciones. Ello es así en virtud de sus manifestaciones, las cuales dan muestras de ser las de una crisis sistémica en todo el sentido de la palabra. No sólo es la crisis de una versión particularmente decadente, corrupta y salvaje de capitalismo como afirmó el Papa Juan Pablo II, ya que esos síntomas de decadencia son de una virulencia tal, que fácilmente dan a entender que hay algo que trasciende al capitalismo neoliberal.

¿Qué sigue después de esta crisis? Un nuevo resabio de esperanza y decisión en los salvadoreños es necesario para elevar la probabilidad de un cambio que dé lugar a la construcción de una sociedad distinta, capaz de establecer equilibrios sensatos y justos en la convivencia entre seres humanos y sociedades, así como una forma radicalmente renovada de relación con la naturaleza. Los salvadoreños y salvadoreñas debemos continuar esa iniciativa ya emprendida por otros pueblos en nuestro continente.

Con seguridad el cambio necesario que se nos demanda, no se dará en un corto período pues reclama un trabajo colosal que siente las bases para rediseñar un nuevo Estado y una nueva relación de éste con la sociedad. Ello exigirá resolver contradicciones de tremenda magnitud, cuya complejidad abre amplios espacios de incertidumbre y vastas posibilidades de oscilación, además de tener que enfrentar la resistencia del poder tradicional por mantenerse a la cabeza. De ahí que insistimos en que el pueblo salvadoreño deberá ser muy sabio y por lo tanto ARENA y su pequeño grupo de padrinos poderosos no deberían nunca más tener poder, para lograr arribar a soluciones apropiadas y duraderas, que le devuelvan su dignidad al pueblo salvadoreño.

A partir de esta situación social ya insostenible y tomando en consideración sus causas fundamentales, los salvadoreños (y creo que la humanidad entera) no tiene otra salida que lograr instaurar un nuevo modelo de desarrollo que haga viable el progreso permanente del presente y el futuro. José A. Blanco plantea "No debemos restringirnos a paliar las tensiones del mundo actual, sino a orientar a conceptualizar, promover y experimentar modelos de organización humana que sean sociables y ecológicamente sustentables, y contribuyan gradualmente a la consolidación de un nuevo paradigma civilizatorio y cultural”.

Este nuevo modelo está llamado a ser participativo en lo político, inclusivo en lo económico, pluralista en lo cultural, responsable en lo ecológico, solidario en lo ético y equitativo en lo social.

Para ello es básico educarnos, pues son las ideas y la conciencia sobre esta amenaza a la vida las que pueden hacer que el pueblo adopte una actitud práctica para la lucha, que le permita crear soluciones para paliar los efectos de la crisis y emprender la construcción del nuevo modelo de relaciones sociales.

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